Abraham Maslow, creador de la jerarquía de necesidades o también llamada “Pirámide de Maslow", hacia el final de su carrera, agregó una sexta necesidad que sería el pináculo de dicha teoría: la autotrascendencia. Mencionó que, el ser humano, plenamente desarrollado (y afortunado), que trabaja en las mejores condiciones, tiende a demostrar motivación por valores que trascienden a sí mismo. Esta capacidad de experimentar un sentido de comunión y ser parte de diferentes causas sociales se desarrolla en espacios que favorecen el crecimiento personal y profesional, por ello, es relevante para las organizaciones fomentar la autotrascendencia mediante sus propósitos.
Carla Flores Otoya
Años atrás, la responsabilidad social corporativa se encasillaba en un área de sostenibilidad. En la actualidad, funciona como un paraguas que cubre todos los aspectos de la organización. Así como los consumidores prefieren empresas que, además de sus productos o servicios, contribuyan a la sociedad de maneras cuantificables y tangibles, los colaboradores buscan trabajar con entidades que comparten sus principios, más allá de las recompensas financieras. El tercer grupo de interés, los inversores, se encuentran cada vez más interesados en la fusión de la rentabilidad financiera y el impacto social.
Una cadena ética de suministros, la adecuada retención de los trabajadores o acciones en beneficio de la comunidad con el capital que se encuentra presente en el mercado, son ejemplos de iniciativas que podrían emprenderse. Son los organismos que abrazan su propósito y lo llevan a cada una de sus áreas que marcan la diferencia.
Un propósito claro atrae talento y los colaboradores empoderados suelen innovar para crecer. Para lograr esto, las empresas deben de confiar en ellos. La confianza es un activo vital que permite la conexión del trabajador con la organización y esta con el mundo. Esto es lo que la gerencia debe de cultivar, ya que constituye la base para una sociedad que valora la transición del "yo" al "nosotros".