Tras recuperar el nivel de actividad alcanzado antes de la pandemia a mediados del año 2021, la economía se ha expandido a un ritmo promedio de 3.6%, nivel cercano a la tasa de crecimiento potencial. Pareciera que la economía peruana ha logrado resistir los golpes recibidos desde varios frentes en el 2022.
Aunque lo anterior hable bien de las fortalezas del Perú, el 2023 se perfila como un año complicado. El principal reto es la profunda crisis política que tiene sumiso el país desde hace más de un quinquenio. No cabe duda que la agudización de esta crisis en las últimas semanas nubla el horizonte. Si no se estabiliza el ambiente político, se afectará aún más la confianza, socavando las perspectivas para la economía.
El segundo reto importante es la inflación, causada en gran medida por los aumentos de los precios internacionales del petróleo y alimentos. Según información a octubre del 2022, casi todos los departamentos del país han experimentado una inflación superior al 8% en los últimos 12 meses. Este incremento de precios está erosionando el poder adquisitivo de los ingresos familiares. Relacionado a lo anterior, surge un tercer reto, el cual consiste en controlar la inflación al menor costo económico posible. En esa línea, desde agosto del 2021, el BCRP ha iniciado un ciclo de alzas sucesivas de su tasa de interés de referencia con el fin garantizar que la inflación retorne dentro al rango meta (entre 1 y 3%) en el mediano plazo. En el 2023, podremos apreciar los efectos de esta medida, los cuales deberían reflejarse, en el mejor de los casos, en una desaceleración de la demanda interna, principalmente del consumo privado.
El panorama internacional para el 2023 también plantea retos. Resulta probable que Europa, China o Estados Unidos enfrenten recesiones, no necesariamente sincronizadas ni de la misma intensidad debido a que las causas son en parte de carácter idiosincrático. Se espera también que las presiones inflacionarias retrocedan como consecuencia de la normalización de las cadenas de suministros y el enfriamiento de la demanda. Por su parte, las tasas interés internacionales se mantendrán elevadas, lo que implica que el capital es más escaso. Para el Perú, estos eventos significan un menor crecimiento de la demanda externa, precios internacionales de las materias primas de exportación que no se recuperan y una mayor escasez de flujos de capital. El escenario podría mejorar si China decide aliviar las restricciones que impone su control sanitario, si se estabiliza el suministro de energía a Europa o si el mercado laboral en Estados Unidos se enfría sin una elevación sustancial del desempleo.