“Ha sido un baldazo de agua fría para los analistas y todos los que revisamos con regularidad estas cifras y esperamos que la pobreza siga retrocediendo”, comenta Gustavo Yamada, profesor principal del Departamento Académico de Economía de la UP. Y es que, tras dos décadas de una reducción sostenida, la pobreza en nuestro país ha vuelto a ganar terreno, a pesar del crecimiento económico registrado en el último año.
De acuerdo con el informe del Banco Mundial
“Resurgir fortalecidos: Evaluación de pobreza y bienestar en el Perú”, mientras que entre el 2004 y 2019 la pobreza se redujo de 59% a 20%, esta cifra aumentó a 26% en el 2021 (y subió a 27.5% en el 2022). Hoy en día, indica el organismo, 7 de cada 10 peruanos son pobres o vulnerables a caer en pobreza.
Es más, el Banco Mundial alerta que la vulnerabilidad a la pobreza en nuestro país alcanzó su nivel más crítico en 20 años, situando a un buen grupo de peruanos en riesgo inminente. ¿Qué ocurrió?
Si bien la pandemia ha sumado a esta problemática y contribuido a evidenciar más las brechas, lo cierto es que la desaceleración económica que se ha presentado en los últimos años, producto en buena medida de un cambio de perspectivas de largo plazo de la economía peruana, ha sido el principal factor de este retroceso.
En esa línea, Yamada explica que la reducción de la pobreza se da cuando hay -por lo menos- dos años seguidos de crecimiento económico per cápita por encima del 3%. Sin embargo, estos últimos años nuestro país viene creciendo por debajo de esa cifra, llegando al 1,6% el 2022. Y el futuro no pinta bien.
“El Banco Central de Reserva proyecta que este año el PBI crecería 2,2% y las consultoras privadas estiman esta cifra en 1,5%, muy por debajo de lo que necesitamos para reducir la pobreza. Si no mejoramos el crecimiento económico, esta problemática nos va a golpear año tras año”, enfatiza.
Sin embargo, retomar la senda de crecimiento a las tasas que se registraban antes de la pandemia va a ser un gran desafío para el país.
Carlos Parodi, profesor principal del Departamento Académico de Economía, remarca que se necesita la voluntad del gobierno para tomar acciones inmediatas que permitan recobrar la confianza de los mercados. Algo que no vemos en el futuro inmediato.
La incertidumbre política, sumada a las presiones inflacionarias y las bajas tasas de productividad laboral, nos alejan de la meta de reactivar la economía. Y esto ya se ha comenzado a sentir. Parodi indica que la inversión en el primer trimestre ha caído en 13%.
Cambio de programas
De acuerdo a Parodi, en un país como el Perú, más del 70% de la reducción de la pobreza se explica por el crecimiento económico y entre el 25% y 30%, por programas sociales directos. Pero, ¿cuál fue el impacto de estos durante los tres años de pandemia?
Al respecto, el Banco Mundial señala que
si bien la respuesta gubernamental evitó un aumento en la tasa de pobreza de 3.6 puntos porcentuales adicionales, estas iniciativas no resultaron eficientes para proteger a las personas en situación de pobreza y vulnerables.
Para Diego Winkelried, profesor principal y jefe del Departamento Académico de Finanzas de la UP, como en muchas economías en desarrollo, el estado en el Perú es poco efectivo en sus políticas redistributivas y sociales. “No siempre el gobierno cumple su rol de proveer de servicios a los más pobres y no debe de sorprender que los esfuerzos más recientes tampoco hayan sido particularmente efectivos”, menciona.
El docente explica que las personas en situación de pobreza tienen menos acceso a servicios públicos en comparación con la población no pobre. Por ello, remarca que el crecimiento económico tardaría en beneficiarlos a menos que haya una reforma que permita proveer de estos servicios, una tarea típicamente en manos del estado, de manera efectiva.
Es necesario, entonces, repensar cuál es el rol del estado en esta situación desde una perspectiva más amplia.
Los tres profesores consultados coinciden en que los programas sociales -en muchos casos- no están beneficiando a la gente que más lo necesita, ya sea porque no se tienen buenas bases de datos para identificar a este grupo de personas o por filtraciones. Al respecto, Parodi remarca que mientras tengamos corrupción, no hay estrategia económica que funcione y, por ende, ese impulso que necesitamos para reducir la pobreza.
“El Observatorio Nacional contra la Corrupción estima que, en los últimos tres años, la corrupción ha desviado recursos por US$24.000 millones. Si a cada persona pobre le dieras un punto de dinero para que deje de ser pobre necesitarías US$11 millones. Menos de la mitad de lo que mueve la corrupción”, explica.
Bienestar general
Algo que refleja el informe del Banco Mundial es que se requieren acciones para que el crecimiento de la economía los próximos años sea inclusivo y secentre en la disminución de la pobreza y la desigualdad. Pero, ¿cómo lograrlo?
Nuestros tres docentes UP remarcan que
es fundamental que haya la voluntad política de tomar las riendas y efectuar las reformas necesarias para impulsar nuevamente la economía, ya que -como explica Winkelried- retomar los niveles de pobreza pre pandemia con las tasas actuales podría tomarnos 7 años más en escenarios moderados.
Un punto clave para ello es contar, nuevamente, con cuadros profesionales de primera línea dentro del Estado, gente que esté comprometida con el desarrollo del país y aporte a la mejora de la gestión, dejando atrás los compadrazgos o cuotas partidarias. Algo que hemos visto con más frecuencia en estos últimos años.
Lo segundo: volver a tener las reglas claras para atraer grandes proyectos de inversión privada que puedan generar más empleos y dinamizar nuestros sectores productivos. Y las propuestas que nos dan los profesores van desde encontrar fórmulas innovadoras para incentivar las inversiones y eliminar la corrupción, hasta replantear muchas de las excesivas regulaciones en el quehacer económico, pasando por un mejor manejo de los conflictos políticos y sociales.
Finalmente, señalan, es importante que haya un compromiso de la sociedad para que se pueda encontrar rápidamente una solución a la situación en la que nos encontramos: un rol más proactivo del empresariado y una población más responsable en la toma de decisiones fundamentales como la elección de nuestros gobernantes.
El tiempo sigue corriendo y es fundamental que tomemos, como país, acciones concretas. La pobreza no puede seguir ganando esta batalla.