Por: Matilde Ramírez Ráez
Me gradué en Administración en
1995. Crecí en el Perú de la época del
terrorismo y la hiperinflación; en un contexto en el que estaba acostumbrada a los apagones y a siempre tener
velas a la mano, pues, habiendo ocurrido un atentado o no, las clases y los
exámenes debían continuar en la UP.
Recuerdo la única excepción, el día siguiente del coche bomba que
estalló en Frecuencia Latina, cuando al llegar a la universidad se me aguaron
los ojos al ver destrozos alrededor de la entrada y varios rincones. Aquella
fue una época difícil, en la que pocos apostaban por quedarse y hacer empresa
en el país.
Recientemente regresé al Perú después de vivir 14 años fuera. Obtuve un MBA de Kellogg en Chicago y luego
trabajé más de una década en Shell International, desde Londres. He encontrado
un Perú totalmente transformado con respecto al país donde viví en la década de
los noventa.
El crecimiento del PBI es la
carta de presentación. La preocupación
de hoy suele ser si llegaremos al 5 o al 6% a fin de año. Esto era impensable
en el Perú de hace dos décadas, e incluso en economías desarrolladas
actualmente. La caída de la pobreza a
menos de la mitad se
refleja en una clase media pujante que
demanda más y mejores bienes y servicios: no sólo autos, departamentos o ropa
de marca sino también opciones culturales: teatro, cine, gastronomía, turismo,
mejor educación y oportunidades laborales. El peruano ya no siente que “todo lo
extranjero es mejor”. Ahora son extranjeros
quienes vienen.
He tenido el gusto de
reconectarme con la UP. Nuestra
universidad ha crecido, se ha modernizado y diversificado, pero sin cambiar el
claro objetivo de formar líderes responsables para el mundo. Me ha encantado conocer más de cerca la labor
de Emprende UP, el centro de emprendimiento e innovación. Estoy impresionada con los proyectos y el contenido social de empresas
como DUHEM
o Yaqua.
Se siente un cambio en la misión empresarial, el cual consiste en enfocarse más
en la satisfacción adicional por ayudar a otros que únicamente en la generación
de riqueza económica
Hoy el joven peruano tiene más
orgullo por lo suyo: de sus orígenes, de su país y de sí mismo. Es más positivo, optimista y tiene mucha
mayor confianza en sí y en un futuro exitoso. Está dispuesto a correr riesgos y en generar
un impacto social y ambiental positivo
al hacerlo.
Sin embargo, nuestra sociedad no
ha desarrollado al mismo paso que la macroeconomía. Persiste inseguridad ciudadana, falta de
instituciones fuertes e incorruptibles, ineficiencia de entidades
gubernamentales, educación deficiente, precario cuidado del medioambiente,
falta de visión urbanística, transporte inadecuado, tráfico de jungla...
Pienso que debemos ver el vaso
mitad lleno y no mitad vacío. La
sociedad ahora parece estar más consciente de los problemas y la necesidad de
mejora. Pero debemos mover la discusión
de sólo esperar “que otros lo hagan” a pensar qué podemos hacer. Sigamos
mostrando que somos líderes responsables tanto con crecientes ejemplos de
creatividad e innovación empresarial como exhibiendo valores básicos de respeto a los demás y a
las normas.