Como ha sido analizado correctamente por otros comentaristas, es muy probable que la política del Gobierno de solicitar visa humanitaria y pasaporte a los migrantes venezolanos, a partir del 15 de junio, sea inefectiva para reducir significativamente su ingreso al país. Difícilmente, dado el tremendo costo incurrido (económico y emocional) en la travesía hacia un destino mejor, esta medida podría detener la entrada de jóvenes y padres de familia que huyen de su país.
Si bien es comprensible la preocupación del Gobierno respecto del incremento poblacional y el costo que la migración genera en términos de la provisión de servicios públicos (salud y educación básica), sobre todo en las ciudades, creemos que una respuesta más sensible es examinar cómo podemos, como país, usar productivamente el talento que los migrantes traen entre sus manos. Todo esto, teniendo claro que existen costos que, en el corto plazo, debemos estar dispuestos a asumir.
Las estadísticas salariales: resultados mixtos
Vayamos por partes. ¿Cuáles son los temores que tiene el peruano de a pie respecto de la migración venezolana? De un lado, que el aumento de la oferta de trabajadores venezolanos reduzca sus sueldos o, peor aún, les desplace del mercado. En torno a ello hay evidencias estadísticas negativas, que pueden revertirse, como explicaremos más adelante. Y, asimismo, hallamos pruebas cuantitativas de mejora en niveles remunerativos de los profesionales en el Perú. Según datos de la Encuesta Permanente de Empleo (EPE) del Ministerio de Trabajo, desde enero de 2017, hasta la fecha, el salario promedio de los trabajadores independientes (autoempleados) ha disminuido en alrededor de 9% (más desde mediados de 2018). Además, estimaciones preliminares muestran que el salario por hora de los trabajadores con menos educación disminuye con el aumento del porcentaje de migrantes en el mercado laboral de Lima. Por el contrario, en el mismo período, el salario por hora de los trabajadores más educados y con mayor experiencia laboral aumenta.
Qué dicen los estudios en otros países
¿Cuáles son los efectos de la migración en el largo plazo? Investigadores estadounidenses (David Card, Giovanni Peri, Gianmarco Ottaviano, Chad Sparber, entre otros) argumentan que, en el largo plazo, la migración no afecta de manera negativa los salarios de los residentes. Entre las razones más resaltantes se encuentran que la incorporación de la nueva fuerza laboral lleva, en el equilibrio, a la generación de nuevos puestos de trabajo que son ocupados por los nacionales. A este efecto, se le suma el reacomodo de la fuerza laboral (nativa y migrante) en ocupaciones en las que tienen ventaja comparativa, lo que lleva, en el mediano plazo, a que los salarios de los nacionales no se alteren de manera significativa y, en algunos casos, suban.
Por un lado, existen investigaciones que hablan de los beneficios de la migración, incluyendo la complementariedad del conjunto de habilidades de la población local, lo cual podría aumentar la productividad laboral de la economía. En el largo plazo, el efecto sobre la productividad puede ser mayor, cuanto mayor sea el capital humano de la población migrante, si se le aprovecha bien. Esto es particularmente importante en nuestro caso, pues la migración que recibimos es, en promedio, bastante educada (30% de los venezolanos en abril de 2019 tienen algún nivel de educación superior técnica o universitaria, según la Organización Internacional de Migraciones). Por otro lado, el rango de edad de la mayoría de migrantes hace que la tasa de dependencia nacional disminuya. Así, nuestro “bono demográfico” terminaría aún más tarde de lo previsto (actualmente, alrededor de 2038).
Nuestras propuestas para aprovechar la migración venezolana calificada
Como indicamos líneas arriba, se debe diseñar políticas que alivien problemas que surjan en el corto plazo, como el posible desplazamiento de la fuerza laboral local que tiene poca educación y experiencia. Para abordar esto, el Gobierno podría aumentar programas para los jóvenes peruanos de capacitación laboral (como Projoven) o educación postsecundaria (como Beca 18). Esta podría ser una gran oportunidad para aumentar, estructuralmente, el capital humano de la juventud. Mayores herramientas los alejarían de una competencia directa con los nuevos migrantes, y facilitarían su inserción al mercado laboral.
Otra medida, que señalamos en una columna anterior, es reducir la presión laboral sobre algunas ciudades. Por ejemplo, se podría ofrecer permisos de trabajo oficiales para migrantes que residan fuera de estos centros urbanos. Con chequeos mensuales o bi-mensuales, su estadía estaría garantizada y se aliviarían los efectos adversos de este aglutinamiento.
Otra iniciativa sería simplificar el proceso de reconocimiento de los títulos profesionales de los migrantes. Solo un pequeño porcentaje ha obtenido el reconocimiento de sus títulos, lo cual limita sus posibilidades de empleo, y los vuelve competencia directa de jóvenes peruanos con poca educación. Una posibilidad es que la evaluación de determinadas carreras, como medicina e ingeniería, se realice por los propios colegios del Perú, y se otorgue un reconocimiento temporal (2 a 3 años) a los migrantes.
Finalmente, ¿no podríamos, como sociedad, tratar de redistribuir mejor el costo social de corto plazo de esta migración? Una forma de hacerlo es establecer un sistema impositivo más progresivo, creando un impuesto marginal adicional a los grupos de más altos ingresos. El aumento de recaudación puede generar, en el corto plazo, mayores recursos para proveer servicios básicos, cubrir el costo de desplazamiento de migrantes a zonas con mayor déficit de recursos humanos, y aumentar programas de capacitación laboral y educación postsecundaria. Otra forma podría ser establecer para todo nuevo migrante un sistema de pago/impuesto por residir en el país, dos a tres años después de su arribo, luego de estar plenamente insertado en el mercado laboral.
Estos planteamientos pueden ser considerados no convencionales, pero son más sensibles y completos que la propuesta por el Gobierno.